En el sector de la hostelería, la restauración y la alimentación profesional, la calidad del producto marca la diferencia. Apostar por frutas de temporada no solo garantiza un sabor más intenso y natural, también supone una ventaja competitiva en términos de frescura, sostenibilidad y rentabilidad.
La fruta recolectada en su mejor momento conserva intactas sus propiedades organolépticas: aroma, textura y dulzor. Esto se traduce en platos más atractivos y experiencias gastronómicas que fidelizan al cliente. Además, la temporalidad reduce costes logísticos y medioambientales, ofreciendo un producto con menor huella de carbono y mejor relación calidad-precio.
Para profesionales, incorporar fruta de temporada a la carta o al lineal es también una forma de innovar. La rotación natural del calendario invita a renovar recetas, introducir propuestas frescas y sorprender con productos que solo se disfrutan en determinadas épocas del año.
En septiembre, por ejemplo, destacan las uvas, los higos, las peras, las manzanas y los tomates, que en plena temporada alcanzan su punto óptimo de maduración. Estos últimos resultan imprescindibles en ensaladas, guarniciones y elaboraciones de cocina mediterránea, aportando color, sabor y versatilidad a cualquier propuesta gastronómica. En los próximos meses, los cítricos serán protagonistas, perfectos para zumos naturales y como aporte de frescor en cocina.
Trabajar con fruta de temporada significa trabajar con la mejor versión del producto. En un mercado cada vez más exigente, ofrecer calidad, proximidad y frescura no es una opción: es una estrategia de valor.